Parece que vamos conociendo, poco a poco, el Universo. De hecho, en los últimos tiempos, se han hecho grandes avances y se han desmitificado algunos conceptos. Pero lo cierto es que apenas nos estamos adentrando en la inmensidad del cosmos. Hay algo en él, sin embargo, que parece fascinar a los seres humanos, haciendo que deseen conocer más. Da la impresión de que, de alguna manera, las personas sepan que es ahí fuera donde se originó todo, incluyendo a ellos mismos.
La mayor parte del universo es vacío. Los planetas, las estrellas o las galaxias son casuales excepciones. De hecho, si “cayéramos” en el universo, la posibilidad de hacerlo en un planeta o cerca de él sería inferior a uno entre mil millones de billones de billones. Somos, por tanto, una rareza en el universo, un caso particular que se sale de la normalidad del vacío que conforma el cosmos. Pero no somos ni mucho menos el único.
En ese gran vacío que forma el universo, se encuentran por aquí y por allí, agrupadas por la atracción gravitatoria, nebulosas y galaxias. Las nebulosas son regiones del cosmos formadas por gases y polvo cósmico. Una galaxia está compuesta por gas y polvo, y por millones de estrellas, que pueden estar, al igual que nuestro Sol, acompañas de planetas. Y toda esta materia se rige por las mismas leyes físicas, las mismas que funcionan en la Tierra, las mismas que hacen caer los objetos al suelo si lo soltamos o nos mantienen pegados a él cuando andamos.
Hay muchos tipos de estrellas. Pueden estar solas, como el Sol, pero lo normal es que se den sistemas solares dobles, con dos estrellas orbitando. Pero también pueden ser triples o sistemas formados por miles de estrellas. Algunas emiten tanta luz como la galaxia a la que pertenecen y otras, no brillan. Todas ellas son hidrógeno fusionándose en helio, y helio fusionándose para formar carbono. Así sucesivamente, van enriqueciendo el universo creando un nuevo elemento a partir de uno anterior. Convierten el carbono en oxígeno, el oxígeno en neón, el neón en magnesio, el magnesio en silicio y el silicio en hierro. La fusión del hierro consume más energía de la que produce, de modo que la estrella va acumulando el metal hasta que no le queda más energía. Es en ese momento cuando cae, con una gran explosión, que despide tanta energía como para formar oro, plomo y uranio.
Los restos de las estrellas permanecerán flotando por el universo, hasta que la atracción gravitatoria haga que se acumule la materia, y se formen nuevas estrellas, planetas o, por qué no, seres vivos, que quizá algún día miren a las estrellas con un telescopio sin saber que vienen de ellas. Se ha calculado que alrededor del 10 % del peso de un ser humano corresponde a hidrógeno que se creó durante el Big Bang; un 65 %, a oxígeno, un 18 % a carbono y un 3 % a nitrógeno, todos ellos formados por una estrella durante las reacciones nucleares de su interior. Carl Sagan dijo “Somos polvo de estrellas, que piensa acerca de las estrellas”; y no podía estar menos equivocado. Somos un conjunto de elementos químicos, que un día se originaron en las estrellas, quienes posteriormente murieron. La materia que dejaron tras de sí formó planetas y más estrellas, y en uno de ellos, esos mismos elementos se juntaron de tal manera que nació la vida. Algunos millones de años después, la vida evolucionó, logrando ser inteligente. Y más tarde, esa inteligencia se preguntaba acerca del cosmos.
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Recomiendo este artículo de Carl Sagan. Habla de todo esto y más, pero no es solo lo que dice, que es fascinante; es más la manera de contarlo. Habla de leyes físicas, de elementos y reacciones químicas y de conceptos complejos. Pero lo hace de una forma que parece más literatura que ciencia; me ha encantado.
Este artículo está muy bien, me gusta.
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