sábado, 26 de noviembre de 2011

Creacionismo vs Evolucionismo (ejercicio 7, tema 2)


El creacionismo y el evolucionismo van mucho más allá que cualquier otra confrontación entre teorías científicas. No solo son dos modos distintos de explicar las cosas, sino que aceptar una o la otra equivale a pensar en el mundo como algo creado por Dios, o admitir que quizá él no tuvo nada que ver. Una de las razones por las que aún sobreviven ambas teorías es que el creacionismo cuenta con algo que no incluyó Darwin en sus cálculos, y es la fe. Esto, junto con las lagunas que efectivamente presenta el evolucionismo, y que el propio Darwin admitió, mantiene ambos puntos de vista en continua lucha.

Darwin murió sin saber cómo se transmitían las características de unos seres vivos a su descendencia, lo cual era uno de los puntos fuertes de su teoría. Más tarde, Mendel y los descubrimientos sobre la herencia aclararían esto. Pero aún quedan muchos aspectos que no se completan o explican. No hay fósiles para tantas transiciones entre unas especies y otras como para corroborar que existió una evolución, además de que aceptar esta idea supone aceptar que la vida se originó espontáneamente en el planeta. El origen de la vida lo expuso Oparin en su teoría, y aunque es una posibilidad, aún no se ha llegado a la experimentación que la verifique completamente. Ésta es una de las debilidades del evolucionismo. Si todos los seres vivos se crearon a partir de un antepasado común, ¿cómo se creó ese antepasado? Algunos científicos afirman que la vida no se pudo crear mediante reacciones químicas entre elementos inorgánicos, como sostenía Oparin. Si llevasen razón, el evolucionismo no tendría ningún sentido, pues no habría antepasado del que partir.

No obstante, la ciencia acepta la teoría de la evolución. Quizá los nuevos avances aporten algo de luz a alguno de sus misterios, o quizá surja una nueva teoría que encaje mejor, o la complemente. Pero el creacionismo no puede ser considerado ciencia porque no parte de la observación, experimentación y razonamientos propios de ella, sino que se basa en un poder sobrenatural; como esto no es algo que pueda ser jamás verificado, no se puede argumentar en contra, pero tampoco a favor.

Una pequeña opinión personal:
Es cierto que la teoría de la evolución falla, pero también es cierto que ha explicado bastantes cosas. Creo que se debería intentar mejorar esta teoría, o buscar una alternativa que explique lo que Darwin no fue capaz. Caer en el creacionismo me parece, simplemente, una opción demasiado fácil y abstracta. Es dar respuesta a las preguntas de la forma más sencilla, porque nunca se podrá comprobar si son o no falsas.  De hecho, siempre se puede argumentar más a favor de una teoría científica, sea o no la de la evolución, pues parten de la nada y no dan nada por supuesto, por lo que son mucho más fiables.

Evolucionando hasta el ser humano. (ejercicio 9, tema 2)




Somos muy jóvenes. Las especies que originaron posteriormente a los seres humanos se separaron de la originó a los chimpancés hace tan solo entre 5 y 7 millones de años. Esto, comparado con los aproximadamente 4500 millones de años que tiene la Tierra es algo tan pequeño que resulta casi insignificante. Sin embargo, en este breve periodo de tiempo la evolución de esta especie se ha desarrollado increíblemente, dotándonos de una inteligencia que nos permite ahora comprenderla.

Los seres humanos pertenecen al género de los primates, donde también se incluyen animales como los gorilas, chimpancés y monos. Nuestros antepasados más remoto serías los primates prehistóricos de hace unos 70 millones de años, que vivían en los árboles, y que habían evolucionado a partir de los mamíferos insectívoros. Poseían unas características que serían clave para la evolución hasta el ser humano. Tenían una visión binocular, es decir, utilizaban los dos ojos conjuntamente, y adaptaron sus extremidades delanteras para manipular objetos. Y, muy importante, tenían el cerebro mucho mayor que el resto de los mamíferos.



Un salto importante fue el que dieron los pre-australopithecus. Fueron los primeros primates que se alzaron y caminaron de pie. El género de los Australopithecus es el más cercano al nuestro, el Homo. Se extendieron por África, y se han encontrado multitud de especies de este tipo. Se extinguieron hace tan solo un millón de años.

Posteriormente, y al mismo tiempo que el Australopithecus robustus, surgió el Homo Habilis. Es el primero que tiene un mayor parecido con el ser humano actual, dejando atrás algunos de los rasgos de los simios. Fue el primero con un cerebro lo suficientemente grande y desarrollado como para dar forma a una piedra y crear con ella herramientas; también fue el primero en utilizar completamente sus manos.




El homo erectus surgió hace unos 1.600.000 años. Su nombre significa “hombre erguido”, lo que da una idea sobre sus características: era alto (alrededor del 1’80 m. de altura), y podía pesar hasta 80 kg. Su cerebro era más grande, y elaboraba herramientas más complejas y de mayor calidad.

Mientras que hasta entonces los homínidos se habían desarrollado y evolucionado en África, de donde habían surgido, posteriormente se trasladaron a Europa. El homo antecessor es el más antiguo de este continente. Tiene unos 800000 años de antigüedad, y sus restos se hallaron en Atapuerca (Burgos). Presentan diferencias en el relieve de la cara, lo que los acercan un poco más los humanos actuales.



El homo antecessor es antepasado del Homo Neanderthalensis y del Homo Sapiens, es decir, de los que originarían a los humanos. Los Neanderthales tenían un peso cerebral similar al nuestro, aunque su cráneo era más primitivo. Sabían encender el fuego y elaborar herramientas más sofisticadas.
Finalmente, surgió de ese antecesor común a los Neanderthales, el Homo Sapiens, conocido también como hombre de Cro-Magnon, en honor a la localidad francesa donde se encontraron sus primeros restos. Tiene 50000 años de antigüedad. Sus cerebros eran más pequeños pero mayores en la parte frontal, por lo que se cree que tenían mayor capacidad intelectual. Esto les habría permitido desarrollar un pensamiento abstracto y un lenguaje más elaborado.

Gráfico sobre las distintas especies de homínidos y su evolución. 


El último paso de esta larga cadena evolutiva da como resultado el Homo Sapiens Sapiens, nosotros. 


viernes, 25 de noviembre de 2011

El origen de la vida (ejercicio 3, tema 2)

Podemos conocer qué es la vida, pero, ¿cómo se originó? En algún momento tuvo que surgir, a partir de materia inerte. Sin embargo, resulta muy difícil concebir que de simples moléculas  inorgánicas puedan surgir organismos tan complejos como lo es un ser humano. Esta pregunta se la plantearon las personas desde que tuvieron conocimiento de la vida. 

Se han realizado varias teorías sobre el origen de la vida, pero de entre ellas la más aceptada es la que elaboraron Oparin y Haldane, ambos de forma independiente, entre 1924 y 1928.

Para explicar cómo se formó la vida se remontaban unos cuatro mil millones de años, cuando el planeta Tierra estaba aún en sus primeras etapas. La Tierra era entonces muy diferente a como la conocemos hoy. Tenía una gran actividad volcánica y la atmósfera estaba llena de hidrógeno y compuestos altamente ricos en él, como el metano o el amoniaco, además de vapor de agua. La Tierra estaba sometida a la acción de los rayos ultravioletas del sol, que no eran frenados por la capa de ozono actual, ya que no había oxígeno en esta atmósfera primitiva. Todas estas características condicionarían la actividad química de los elementos. En lo que Oparin denominó sopa primigenia o caldo primitivo, algunos de estos elementos comenzaron a reaccionar entre sí, debido a la acción de la luz ultravioleta y a las descargas eléctricas provocadas por los relámpagos. Estas reacciones crearon una serie de moléculas orgánicas, compuestas de carbono, como los aminoácidos, que son la base de las proteínas. Durante mucho tiempo, este caldo se fue enriqueciendo con estas moléculas orgánicas, y se espesó y fue cambiando. En un momento determinado, se lograron condensar pequeñas moléculas que procedían del carbono con una membrana que las aislaba, pero a la vez permitía pasar ciertas sustancias. Las  moléculas se fueron haciendo más complejas, y consiguieron reproducirse mediante copias idénticas de sí mismas. Esto fue posible gracias al ADN.



De esta forma y tras un largo proceso se creó la primera célula de la Tierra, llamada progenota, que sería capaz de reproducirse. A veces, una mutación en el ADN de alguna célula ocasionaba la aparición de células con características distintas, y la selección natural hizo el resto, permitiendo la variedad de células que posteriormente ocasionarían organismos distintos.

En 1952, Santley Miller y Harold Urey hicieron un experimento para verificar la teoría de Oparin y Haldane. Para ello, reprodujeron las condiciones que existían en la atmósfera primitiva de la Tierra. Sometieron metano, amoníaco, hidrógeno y vapor de agua a fuertes descargas eléctricas, simulando el caldo primitivo que creían que había existido. Tras varias semanas, se observó que había una serie de moléculas que se habían originado en ese caldo, como varios tipos de aminoácidos, glucosa y algunos ácidos.



Este experimento se ha repetido en innumerables ocasiones, y se han obtenido resultados similares, siempre que se han reproducido correctamente esas condiciones primitivas. En 1960, el español Juan Oró consiguió sintetizar adenina, esencial en los ácidos nucleicos que componen el ADN, y logró la síntesis de ribosa y desoxirribosa.

Sin embargo, aún no se han conseguido obtener proteínas. Solo ha sido verificada una parte de la teoría de Oparin, pero hay un salto gigante entre esas moléculas orgánicas, relativamente simples, hasta la formación de organismos complejos, desde una célula hasta los seres vivos actuales. Sin embargo, fue un éxito comprobar que parte es verdad. De cualquier forma, la naturaleza ha tenido una ventaja de millones de años; por lo tanto, no es de extrañar que en las pocas décadas que se ha dedicado a este estudio  aún no se haya conseguido elaborar el mapa de origen de la vida. 

¿Qué es la vida? (Ejercicio 1, tema 2)

Todas las personas diferencian casi de forma intuitiva un ser vivo de uno que no lo es.  La vida tiene, a simple vista, una serie de características que lo diferencian de lo inerte. Pero cuando se pregunta qué es la vida, no es fácil encontrar una definición.

Para empezar, decir que los seres vivos tienen la capacidad de hacer algo, y de continuar haciéndolo en el tiempo, lo que no ocurre con un cuerpo inerte. Algo que no posee vida tiende a paralizar toda su actividad y a equilibrarse completamente con el medio. Esto se puede observar fácilmente en un sistema inerte: el calor se hace uniforme, se igualan las diferencias de potencial eléctrico y químico, etc. Todo el sistema queda en un estado que se denomina entropía máxima.

Un ser vivo evita siempre llegar a ese estado de entropía máxima, pues significaría para él la muerte; se equilibraría con el medio, y pasaría a ser un conjunto de materia inerte. Y esta es la principal característica de la vida. La forma en la que consiguen evitar el equilibrio es mediante el metabolismo: el conjunto de reacciones que realizan los seres vivos y que les permite crecer, reproducirse, mantener sus estructuras, etc. Todos los seres vivos se alimentan, respiran, realizan la fotosíntesis...Todos necesitan, en definitiva, una fuente de energía o de materia, que les permita desarrollar sus funciones. Continuamente están ingiriendo sustancias del medio y expulsándolas en una forma más degradada.


Dicho de otra forma: la Naturaleza tiene siempre a equilibrarse y a alcanzar el estado de entropía máxima. Por lo tanto, los seres vivos también tienden a alcanzar ese estado, acercándose a la muerte. Para evitarlo, actúa el metabolismo; se dice de los seres vivos que “se alimentan de entropía negativa”, es decir, que sustraen al medio parte de esa entropía, y de esa forma consiguen un desequilibrio con él que les permite continuar vivos. 

Pero a pesar de las definiciones científicas de lo que es la vida, no es tan sencillo clasificar a las sustancias atendiendo a esto. Muchos científicos creen que la vida se puede explicar por medio de conceptos como moléculas o átomos. Otros creen, en cambio, algo que ya planteó Aristóteles, y es que hay algo más que deben de poseer los organismos para "estar vivos", y que correspondería a algo así como una fuerza vital o un alma. De cualquier manera, es difícil diferenciar donde se encuentra la frontera entre lo vivo y lo que no lo está. ¿Está viva una gota de sangre, o una célula de un tejido? Es evidente que no tienen las mismas características que un animal o una persona. Esto hace que no queden claro algunos problemas de tipo legal o ético. 

jueves, 24 de noviembre de 2011

El impacto de la evolución en la sociedad (ejercicio 5, tema 2)

Casi siempre que surge una idea que rompe o contradice lo establecido la primera respuesta es de rechazo. Ha pasado en todas las épocas, y en la ciencia es donde mejor se observa, ya que es la que mayores avances revolucionarios trae. Sucedió con Copérnico y Galileo cuando afirmaron que la Tierra no era el centro del Universo; hoy día nos parece algo tan lógico que nos cuesta entender cómo fueron tan rechazados. Creemos tan firmemente en nuestros conocimientos y creencias que cuando algo, por evidente que sea, las hace tambalear, nos oponemos.


Inevitablemente, surgió con Darwin y su teoría de la evolución. Fue un impacto para la ciencia, pero donde más choque produjo fue en la sociedad. El propio Darwin retrasó hacer públicas sus ideas porque era consciente de lo que pasaría cuando lo hiciera; y no se equivocaba. Muchos sectores, como la Iglesia, se opusieron inmediatamente a la idea de que las especies puedan evolucionar y surgir a partir de otras anteriores, y desacreditaron la figura de Darwin. Aceptar estas ideas requería cambiar la concepción que tenía la gente de la vida. Suponía, como ya había pasado con Galileo, desplazar a los seres humanos y a Dios del papel principal que se habían adjudicado. No era una fuerza externa la que creaba o modificaba a los seres vivos: era azar, casualidades que en algún momento habían hecho que los organismos se tuvieran que enfrentar a unas circunstancias y a un entorno,y por casualidades de la genética unos individuos estaban más capacitados que otros; esto era lo que había determinado su evolución. No habían sido creados para un lugar o función concretos dentro del orden de la naturaleza, sino que su existencia era casual. Así, al menos, era como se veía esta teoría: como una amenaza, en vez de cómo una nueva visión sobre cómo funciona el mundo y los seres vivos.
El paso del tiempo, primero la ciencia y luego la sociedad, le dieron la razón. Aunque no es una teoría que se haya comprobado o completado al cien por cien y a pesar de que son muchos los que la niegan, sí se la toma como cierta.
Una curiosidad: la Iglesia Anglicana ha perdido perdón a Darwin por el perjuicio que en su momento le causaron. Con esto se puede decir, al menos, que es cierto que evolucionamos. 



De todo esto, la ciencia nos ha enseñado una cosa: no hay que creer a ciegas en nada y esto se refiere también a la propia ciencia. Sobre todo, no hay que limitar nuestras fronteras a nuestros propios conocimientos o creencias. Quizá mañana pueda venir algún Darwin a rompernos los esquemas.

Darwin y la teoría de la evolución (ejercicio 4, tema 2)

Darwin revolucionó la ciencia y el modo de pensar de su época con una idea que parecía hasta entonces descabellada: los seres vivos evolucionan. No han sido creados siguiendo un modelo o patrón determinado ni se mantienen siempre igual, como se afirmaba; sino que las especies actuales eran fruto de un largo proceso de pequeños cambios ocurridos en individuos concretos, casi siempre por azar, y con el objetivo de adaptarse al medio.

La evolución de los seres vivos ya había sido planteada antes por Lamarck. Fue rechazada inmediatamente, y lo cierto es que se equivocaba en gran parte. Pero ya había sentado una idea importante, y era que los seres vivos tenían modificaciones, y que podían generarse nuevas especies a partir de otras anteriores. Lamarck afirmaba que los seres vivos se adaptaban al medio durante su vida y para ello adquirían unos determinados caracteres: si una jirafa se pasaba toda su vida estirando el cuello para alcanzar las copas de los árboles, es inevitable que al final su cuello acabe algo más largo de lo que lo tenía en un principio. Pero Lamarck se equivocó en algo fundamental: en que esos caracteres se transmitían a la descendencia, y era así como cambiaban las especies.

Darwin proponía otro sistema más sencillo, en gran parte. No podemos influir en nuestra genética, pero ésta sí nos hace diferentes a unos individuos de otros. Estas pequeñas variaciones pueden hacer, en un momento dado, que algunos seres vivos se adapten mejor al medio en el que viven que otros.
Para entender mejor esto, hay que conocer una de las teorías en las que se apoyó Darwin: la de Malthus. Malthus sostenía que la población de seres humanos, y perfectamente aplicable a la de cualquier especie, crecía a un ritmo mucho mayor del que lo hacían los recursos. Es decir, que si nada frenaba esa expansión de la especie, llegaría un momento en que no habría recursos para satisfacer a todos y sería algo insostenible. Y es más, esto ocurriría con mucha rapidez.

Tenía que haber algún modo, por tanto, de controlar esto. Si no hay recursos suficientes para alimentar a todos, se produciría entonces una “lucha” entre los individuos para tratar de conseguirlos. Es evidente que quién mejor adaptado estuviera mejor sobreviviría, y mejor también se reproduciría. Esto es lo que llamó Darwin selección natural. Con el paso del tiempo, los que tuvieran esas características que les permitiera adaptarse mejor serían los que más descendencia dejarían y los otros, poco a poco, se irían extinguiendo. Así se podría observar como la especie va cambiando, va evolucionando. 

Resumiendo, la evolución se debe a tres factores: la superpoblación, el tiempo y sobre todo la variabilidad de los seres vivos, debido a su genética. 




sábado, 12 de noviembre de 2011

"Somos polvo de estrellas" (ejercicio 3, tema 1)

Parece que vamos conociendo, poco a poco, el Universo. De hecho, en los últimos tiempos, se han hecho grandes avances y se han desmitificado algunos conceptos. Pero lo cierto es que apenas nos estamos adentrando en la inmensidad del cosmos. Hay algo en él, sin embargo, que parece fascinar a los seres humanos, haciendo que deseen conocer más. Da la impresión de que, de alguna manera, las personas sepan que es ahí fuera donde se originó todo, incluyendo a ellos mismos.

La mayor parte del universo es vacío. Los planetas, las estrellas o las galaxias son casuales excepciones. De hecho, si “cayéramos” en el universo, la posibilidad de hacerlo en un planeta o cerca de él sería inferior a uno entre mil millones de billones de billones. Somos, por tanto, una rareza en el universo, un caso particular que se sale de la normalidad del vacío que conforma el cosmos. Pero no somos ni mucho menos el único.


En ese gran vacío que forma el universo, se encuentran por aquí y por allí, agrupadas por la atracción gravitatoria, nebulosas y galaxias. Las nebulosas son regiones del cosmos formadas por gases y polvo cósmico. Una galaxia está compuesta por gas y polvo, y por millones de estrellas, que pueden estar, al igual que nuestro Sol, acompañas de planetas. Y toda esta materia se rige por las mismas leyes físicas, las mismas que funcionan en la Tierra, las mismas que hacen caer los objetos al suelo si lo soltamos o nos mantienen pegados a él cuando andamos.



Hay muchos tipos de estrellas. Pueden estar solas, como el Sol, pero lo normal es que se den sistemas solares dobles, con dos estrellas orbitando. Pero también pueden ser triples o sistemas formados por miles de estrellas. Algunas emiten tanta luz como la galaxia a la que pertenecen y otras, no brillan. Todas ellas son hidrógeno fusionándose en helio, y helio fusionándose para formar carbono. Así sucesivamente, van enriqueciendo el universo creando un nuevo elemento a partir de uno anterior. Convierten el carbono en oxígeno, el oxígeno en neón, el neón en magnesio, el magnesio en silicio y el silicio en hierro. La fusión del hierro consume más energía de la que produce, de modo que la estrella va acumulando el metal hasta que no le queda más energía. Es en ese momento cuando cae, con una gran explosión, que despide tanta energía como para formar oro, plomo y uranio.



Los restos de las estrellas permanecerán flotando por el universo, hasta que la atracción gravitatoria haga que se acumule la materia, y se formen nuevas estrellas, planetas o, por qué no, seres vivos, que quizá algún día miren a las estrellas con un telescopio sin saber que vienen de ellas. Se ha calculado que alrededor del 10 % del peso de un ser humano corresponde a hidrógeno que se creó durante el Big Bang; un 65 %, a oxígeno, un 18 % a carbono y un 3 % a nitrógeno, todos ellos formados por una estrella durante las reacciones nucleares de su interior. Carl Sagan dijo “Somos polvo de estrellas, que piensa acerca de las estrellas”; y no podía estar menos equivocado. Somos un conjunto de elementos químicos, que un día se originaron en las estrellas, quienes posteriormente murieron. La materia que dejaron tras de sí formó planetas y más estrellas, y en uno de ellos, esos mismos elementos se juntaron de tal manera que nació la vida. Algunos millones de años después, la vida evolucionó, logrando ser inteligente. Y más tarde, esa inteligencia se preguntaba acerca del cosmos.

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Recomiendo este artículo de Carl Sagan. Habla de todo esto y más, pero no es solo lo que dice, que es fascinante; es más la manera de contarlo. Habla de leyes físicas, de elementos y reacciones químicas y de conceptos complejos. Pero lo hace de una forma que parece más literatura que ciencia; me ha encantado.

martes, 1 de noviembre de 2011

Tectónica de placas (ejercicio 6, tema 1)

Ya se sabía, gracias a la teoría de la "Deriva continental" de Wegener, que los continentes se habían desplazado a lo largo de los años. Faltaba descubrir, en cambio, por qué lo habían hecho; es decir, que fuerza había impulsado a cantidades tan grandes de tierra a moverse.

Capas de la Tierra. 
La Tierra está compuesta por diferentes capas, según su composición: un núcleo central, metálico, con una parte líquida y otra sólida; un manto, dividido a su vez en manto superior e inferior, con rocas más densas; y por último la corteza.
Aparte de esta clasificación, se diferencian otras capas terrestres, desde un punto de vista más dinámico:

La litosfera es la capa de la Tierra que comprende la corteza y una parte del manto superior sólido. Se puede dividir, además, en dos: litosfera oceánica y litosfera continental, dependiendo de si la corteza terrestre que la componen es terrestre u oceánica. La oceánica forma el fondo de los océanos, y tiene un espesor medio de 65 km; la continental constituye los continentes, y su espesor es de aproximadamente 120 km.


La litosfera está dividida en grandes placas, que se asientan a su vez en la astenosfera, una capa del manto fluida, que alcanza los 250 km de profundidad. Debido a las características pastosa y fluida de la astenosfera, las placas tectónicas se mueven.


Placas tectónicas
Como ya  hemos dicho, son los fragmentos en los que está dividida la litosfera terrestre. Al igual que ésta se dividía en continental u oceánica, las placas que la forman también van a estar clasificadas en placas oceánicas o placas mixtas (no hay placas puramente continentales), según el tipo de litosfera que las formen.
En la actualidad, se diferencian siete grandes placas, además de otras muchas más pequeñas.



Hasta aquí sabemos cómo está formada la superficie de la Tierra, pero se sigue sin resolver el problema que ya se planteó Wegener sobre cómo se movían los continentes. En la actualidad conocemos que es gracias al movimiento de las placas tectónicas. ¿Y cómo se mueven las placas?

Las placas se mueven mediante corrientes de convección. Éstas son corrientes de magma, que proceden del manto. Al ascender y llegar a la litosfera, el magma se enfría, por lo que se hace más denso; este factor, junto con el empuje del nuevo magma que viene ascendiendo, hace que vuelva al fondo. De esta manera, se genera una corriente de magma en continuo ascenso y descenso.






Estas corrientes de magma, que empujan la litosfera desde abajo, son las responsables de que las placas se fragmenten o choquen unas contra otras. El movimiento de las placas y lo que desencadenen con él depende del límite entre una placa y otra:

- Límite divergente. Se llama así a los límites que hay entre dos placas cuando estas se están separando una de la otra. En estos puntos en el que la corteza se "abre", aflora el magma del manto, creando así nueva corteza terrestre. Aquí se forman las dorsales oceánicas o rift. Principalmente, se originan volcanes. Esto es lo que ocurre en el océano Atlántico, que "crece" al año unos 3 cm.


- Límite convergente. Se produce cuando dos placas se encuentran, avanzan ambas hacia la otra, se acercan. Esto da lugar a terremotos y volcanes. Cuando esto ocurre, pueden darse dos casos:

Subducción. Ocurre entre una placa oceánica y otra continental. En estos casos, la placa oceánica se introduce debajo de la continental, debido a que la continental es más gruesa y menos densa. En estos límites, se destruye corteza oceánica, al fundirse con el magma del manto. Así, la corteza creada en los límites divergentes se destruye en los de subducción, de modo que la Tierra se mantiene constante en tamaño y su corteza se está renovando siempre. Un ejemplo sucede en la costa pacífica de Sudamérica.

Colisión. Se produce entre dos placas continentales. Como ambas tienen igual densidad, y ésta es menor que la del manto, ninguna se hunde bajo la otra. Ambas chocan entre sí, formando el plegamiento de la litosfera. Esto da origen a la formación de montañas y cordilleras. Así se creó, por ejemplo, la cordillera del Himalaya. 

- Limite de fricción o pasivo. Las dos placas se mueven en la misma dirección, pero con sentidos opuestos. No se crea ni destruye corteza, así como tampoco hay colisión. Estos límites forman estructuras que se conocen como fallas transformantes. El roce de una placa con otra provoca terremotos. 

Ya queda completa la teoría en la que se basó la tectónica de placas: la deriva continental. Gracias al conocimiento de la litosfera terrestre, en la actualidad sabemos que las grandes placas en las que está dividida se mueven, separándose unas de otras por el empuje del magma del manto, que genera nueva corteza; esto hace inevitablemente que otras placas choquen entre ellas, modificando el relieve.