Es conocido el efecto invernadero. Partimos de una capa de gases, entre los que se encuentra el dióxido de carbono, el metano, vapor de agua, óxidos de nitrógeno... Todos ellos actúan como un invernadero, reteniendo el calor dentro de la Tierra para que no escape de ésta. Cuando los rayos solares llegan a nuestro planeta, la superficie de éste los refleja, con lo que tienden a volver al espacio del que vinieron. Pero esta densa capa de gases retiene parte de ellos, de modo que el calor vuelve a la Tierra.
El efecto de esto es que la temperatura es siempre constante, y que tiene una media adecuada para la vida.
El sol emite una grandísima cantidad de energía, en distintas formas: radiación infrarroja, rayos UV, luz visible... A la Tierra llega una pequeña parte de esta energía que el sol emite, principalmente luz visible. Cuando los rayos llegan, pasan por la atmósfera hasta llegar a la superficie del planeta. Son fundamentales para la vida, entre otros motivos porque permiten realizar la fotosíntesis a las plantas, proceso por el que materia inorgánica se transforma en orgánica, siendo las plantas el pilar de la cadena alimenticia, y porque son las encargadas de suministrar oxígeno a la atmósfera, gas imprescindible para la vida
La Tierra es muchísimo más fría que el Sol. Cuando llega la luz a su superficie, no tiene la capacidad de devolver esta energía en forma de luz visible de nuevo, sino que lo hace como radiación infrarroja. Este tipo de radiación es la que los gases de efecto invernadero "atrapan", y reflejan de nuevo a la Tierra. Se produce un ciclo constante de intercambio de energía entre la atmósfera y la Tierra.
Hay un equilibrio de los gases invernaderos existentes en la atmósfera. Es decir, hay los suficiente como para mantener la temperatura idónea, pero no tantos como para que esta incremente demasiado.
El ejemplo lo tenemos en nuestros vecinos. Marte, con su delgada atmósfera y su escasez de gases de efecto invernadero, es muy frío, y en él no existe el agua líquida. Por otro lado, Venus tiene una atmósfera cuyos componentes son principalmente gases invernaderos; allí, la temperatura aumenta unos 500 grados centígrados por este efecto.
Todo ello nos lleva al siguiente punto. Si a mayor cantidad de gases invernaderos mayor temperatura, ¿es posible que el efecto invernadero varíe aquí en la Tierra si variara la cantidad de gases que lo provocan?
Aunque no toda la comunidad científica está de acuerdo en que exista una correlación directa entre gases invernaderos y aumento de temperatura (consideran que intervienen muchos más factores), un gran sector sí lo cree así. De hecho, este es pilar en el que se sustenta la teoría del cambio climático y el calentamiento global.
Hace casi dos siglos que el ser humano desarrolló su capacidad industrial. Con la llamada revolución industrial, cantidades masivas de gases, especialmente dióxido de carbono, se comenzaron a expulsar a la atmósfera. Más recientemente, la masificación de vehículos contribuye también a la emisión de este gas. Aunque es esencial para la vida, como hemos visto, un exceso podría provocar el engrosamiento de la capa de gases invernaderos, y como consecuencia mayor cantidad de energía reflejada por la Tierra quedaría atrapada en la atmósfera, volviendo a la Tierra y así sucesivamente, hasta elevar la temperatura. Se ha comprobado que ha incrementado una media de 0,6 grados centígrados en los últimos 30 años, y las consecuencias de esto ya se pueden observar.
¿De donde viene la mayoría del CO2 que emitimos? Este gas se produce principalmente en las reacciones de combustión de combustibles fósiles. Estos son el petroleo, el carbón, y el gas natural, además de todos sus derivados. Todos ellos se han creado de forma natural: el petróleo se creó a partir del placton, el carbón es producto de la degradación de vegetales, y el gas natural es resultado de la formación de los anteriores, especialmente petróleo. Para que esto sea posible, todos los materiales se deben encontrar en unas situaciones especiales de presión y temperatura.
El proceso químico de su combustión genera gases como el monóxido y el dióxido de carbono. Miles de toneladas son emitidas a la atmósfera en todo el mundo. Esta es la razón principal por la que son tan polémicos y por la que se intenta buscar alternativas energéticas menos contaminantes.
Por otra parte, los combustibles fósiles se clasifican dentro de las energías no renovables. Es decir, son un recurso limitado, que no se regenera por sí mismo de forma natural. Aunque sus reservas son muy grandes, no son infinitas y algún día, visto el ritmo con que se consumen, se acabarán. Segunda razón por la que estos combustibles deben cada vez quedar más relegados a un segundo plano y dar más importancia a otras fuentes, inagotables, como el aire o el agua.
No obstante, estamos lejos de conseguir esto. Es cierto que en los últimos años se ha tomado conciencia del problema de la situación, y grandes campañas han sido lanzadas para alertar sobre el uso excesivo de, por ejemplo, los plásticos o la gasolina. Al mismo tiempo, han surgido nuevas formas de producir energía, como la eólica, que utiliza la fuerza del viento para producir electricidad, o la hidrólica, que utiliza la del agua. La lista continua: geotérmica, de la biomasa, maremotriz...
Pero, como casi siempre, el poder económico puede más. Por la rentabilidad de los combustibles fósiles y por el negocio que mueve (el petróleo es uno de los indicadores económicos mundiales, y, además, mide la riqueza de un país) no se da el suficiente impulso a las energías renovables para que se abran paso.
¿Para qué usaremos los billetes cuando sea demasiado tarde para el calentamiento global, para abanicarnos?
El sol emite una grandísima cantidad de energía, en distintas formas: radiación infrarroja, rayos UV, luz visible... A la Tierra llega una pequeña parte de esta energía que el sol emite, principalmente luz visible. Cuando los rayos llegan, pasan por la atmósfera hasta llegar a la superficie del planeta. Son fundamentales para la vida, entre otros motivos porque permiten realizar la fotosíntesis a las plantas, proceso por el que materia inorgánica se transforma en orgánica, siendo las plantas el pilar de la cadena alimenticia, y porque son las encargadas de suministrar oxígeno a la atmósfera, gas imprescindible para la vida
La Tierra es muchísimo más fría que el Sol. Cuando llega la luz a su superficie, no tiene la capacidad de devolver esta energía en forma de luz visible de nuevo, sino que lo hace como radiación infrarroja. Este tipo de radiación es la que los gases de efecto invernadero "atrapan", y reflejan de nuevo a la Tierra. Se produce un ciclo constante de intercambio de energía entre la atmósfera y la Tierra.
Hay un equilibrio de los gases invernaderos existentes en la atmósfera. Es decir, hay los suficiente como para mantener la temperatura idónea, pero no tantos como para que esta incremente demasiado.
El ejemplo lo tenemos en nuestros vecinos. Marte, con su delgada atmósfera y su escasez de gases de efecto invernadero, es muy frío, y en él no existe el agua líquida. Por otro lado, Venus tiene una atmósfera cuyos componentes son principalmente gases invernaderos; allí, la temperatura aumenta unos 500 grados centígrados por este efecto.
Todo ello nos lleva al siguiente punto. Si a mayor cantidad de gases invernaderos mayor temperatura, ¿es posible que el efecto invernadero varíe aquí en la Tierra si variara la cantidad de gases que lo provocan?
Aunque no toda la comunidad científica está de acuerdo en que exista una correlación directa entre gases invernaderos y aumento de temperatura (consideran que intervienen muchos más factores), un gran sector sí lo cree así. De hecho, este es pilar en el que se sustenta la teoría del cambio climático y el calentamiento global.
Hace casi dos siglos que el ser humano desarrolló su capacidad industrial. Con la llamada revolución industrial, cantidades masivas de gases, especialmente dióxido de carbono, se comenzaron a expulsar a la atmósfera. Más recientemente, la masificación de vehículos contribuye también a la emisión de este gas. Aunque es esencial para la vida, como hemos visto, un exceso podría provocar el engrosamiento de la capa de gases invernaderos, y como consecuencia mayor cantidad de energía reflejada por la Tierra quedaría atrapada en la atmósfera, volviendo a la Tierra y así sucesivamente, hasta elevar la temperatura. Se ha comprobado que ha incrementado una media de 0,6 grados centígrados en los últimos 30 años, y las consecuencias de esto ya se pueden observar.
¿De donde viene la mayoría del CO2 que emitimos? Este gas se produce principalmente en las reacciones de combustión de combustibles fósiles. Estos son el petroleo, el carbón, y el gas natural, además de todos sus derivados. Todos ellos se han creado de forma natural: el petróleo se creó a partir del placton, el carbón es producto de la degradación de vegetales, y el gas natural es resultado de la formación de los anteriores, especialmente petróleo. Para que esto sea posible, todos los materiales se deben encontrar en unas situaciones especiales de presión y temperatura.
El proceso químico de su combustión genera gases como el monóxido y el dióxido de carbono. Miles de toneladas son emitidas a la atmósfera en todo el mundo. Esta es la razón principal por la que son tan polémicos y por la que se intenta buscar alternativas energéticas menos contaminantes.
Plataforma de extracción de petróleo |
Por otra parte, los combustibles fósiles se clasifican dentro de las energías no renovables. Es decir, son un recurso limitado, que no se regenera por sí mismo de forma natural. Aunque sus reservas son muy grandes, no son infinitas y algún día, visto el ritmo con que se consumen, se acabarán. Segunda razón por la que estos combustibles deben cada vez quedar más relegados a un segundo plano y dar más importancia a otras fuentes, inagotables, como el aire o el agua.
No obstante, estamos lejos de conseguir esto. Es cierto que en los últimos años se ha tomado conciencia del problema de la situación, y grandes campañas han sido lanzadas para alertar sobre el uso excesivo de, por ejemplo, los plásticos o la gasolina. Al mismo tiempo, han surgido nuevas formas de producir energía, como la eólica, que utiliza la fuerza del viento para producir electricidad, o la hidrólica, que utiliza la del agua. La lista continua: geotérmica, de la biomasa, maremotriz...
Pero, como casi siempre, el poder económico puede más. Por la rentabilidad de los combustibles fósiles y por el negocio que mueve (el petróleo es uno de los indicadores económicos mundiales, y, además, mide la riqueza de un país) no se da el suficiente impulso a las energías renovables para que se abran paso.
¿Para qué usaremos los billetes cuando sea demasiado tarde para el calentamiento global, para abanicarnos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario