¿Qué determina que una persona tenga una larga vida sana y que otra muera joven, víctima de una enfermedad que posiblemente tenía cura o, al menos, prevención? Básicamente es la suerte de nacer en una zona u otra del planeta. No hay esperanza posible si has nacido en cualquier pueblo remoto de África; las posibilidades de sufrir una enfermedad y acceder a los medios suficientes para tratarlas son muy remotas. En cambio, en los países desarrollados un simple catarro está respaldado por un sistema médico que lo curará antes de que pueda ir a mayores.
Claro que no solo es determinante contar con el acceso a una sanidad de calidad y pública. También está la educación, lo que conlleva a su vez la adquisición de unos hábitos de higiene, alimentación y, en general, modo de vida saludables. Vivir en una sociedad que cumple todos estos requisitos garantiza una esperanza de vida alta y, sobre todo, de calidad.
Se ha implantando la globalización económica pero, ¿por qué no se implanta la globalización sanitaria o educativa? No es mucho más complicado que la primera. Pero entramos en conflicto con los intereses de los países ricos, con la continua y desorbitada necesidad de tener y querer más, haciendo que para que continúen su excesivo nivel de vida necesiten que una parte del planeta los sostengan a cambio del hambre, la pobreza y la muerte. La ciencia avanza a pasos de gigante, pero no lo hace así la mentalidad del hombre. A veces se trata de calmar la conciencia con grandes acuerdos mundiales, como los famosos Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuyo plazo termina en 2015 y entre los que figuran erradicar la pobreza y el hambre, combatir el VIH y el paludismo y reducir la mortalidad infantil. En cambio, la esperanza de vida en países de África es menor que hace algunas décadas. El sida se afianza en este continente, que posee el 60 % de afectados del mundo, y que podría ascender a 90 millones en los próximos veinte años. Cada año, un millón de africanos muere de malaria. Somalia sufre desde el 2011 una intensa sequía que amenaza a tres millones de personas con morir de desnutrición. Una persona que nace en Angola vivirá de media unos 39 años, mientras que si lo hace en España, Francia o Italia, entre muchos otros, superará los 80.
Todo esto se podría cambiar exportando desde los países que tienen capacidad para ello una sanidad adecuada, una educación en lo que respecta a la salud, y en definitiva, los medios suficientes como para cubrir las necesidades que millones de personas demandan, y para lo que existen recursos y medios de sobra. Pero mientras no se tenga voluntad para hacerlo, mientras la mayoría de la población lo permita, África se seguirá muriendo a cambio de que nosotros podamos ver cómo sucede en televisión.
Muy bien.
ResponderEliminarEl problema es que no hay recursos para todos, así que a los países desarrollados no nos conviene que el resto se desarrolle. Terrible.
Estoy de acuerdo, la superpoblación es un problema y que cada día se agrava, ya que para todos no hay (al menos, con el nivel de vida que tenemos los países desarrollados). Habría que replantearse si es necesario mantener el nivel de consumo que tenemos, pero a la gente que controla las economías (que controlan en definitiva todo) lo que interesa es precisamente eso. Poco se puede hacer, pero granito a granito...
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