domingo, 15 de abril de 2012

Mercadillo de genes: los productos transgénicos (ejercicio 4, tema 5)

A los transgénicos se les conoce con el nombre de OGM, es decir, organismo genéticamente modificado. Se trata de seres vivos a los que se les ha realizado un cambio en su material genético. Normalmente, se introducen nuevos genes que les dan una característica especial, de acuerdo con los intereses que se buscan.

Las herramientas y avances de la ingeniería genética han permitido la creación de este tipo de organismos. Para ello, se aisla un gen, que posee unas capacidades especiales que no tiene el organismo original. El siguiente paso es conseguir insertar ese gen en éste, de modo que pase a formar parte de su genoma. Hay varias formas de realizar esto. Una de las más usadas es mediante la utilización de virus o bacterias, a las que se les incorpora el gen a transplantar y se infecta con ellas al organismo en cuestión. Tras la infección, estos virus o bacterias traspasarán al material genético de las células el gen que portaban. Otros  mecanismos son vectores microscópicos de oro, que poseen la información genética y que se "disparan" sobre los seres originales. 



Los fines de los alimentos transgénicos son diversos. Desde que comenzaron en 1983, con la creación de una planta transgénica de tabaco, la polémica que les ha seguido ha sido grande. Hoy, sigue habiendo quién los defiende y quién los acusa de grandes daños. 
En un principio, los transgénicos fueron concebidos como algo muy útil para luchar contra los daños que la misma naturaleza producía. Así, se crearon cultivos que resistían a las plagas, que daban una mayor producción, etc. Con esto, se perdía menor cantidad de la cosecha. Puede parecer una buena solución a problemas como la pobreza o el hambre. 

Además, se podían perfeccionar los alimentos, otorgándoles propiedades que no poseían las originales. Se trataba de incorporar sustancias útiles, como vitaminas, a través de la comida normal. 
Por otra parte, los alimentos duraban un mayor tiempo y tenían un mejor aspecto, además de poder jugar con ellos para darle la forma, color y tamaño que uno prefiriera, con lo que tendríamos una gran ventaja para fines comerciales. 


Todo ello parece positivo.Se trata casi de crear una nueva naturaleza, que sirviera como despensa a los intereses humanos. Todo ello, en cambio, no queda exento de dudas y críticas.

Hay ciertos indicios que apuntan a que estos alimentos transgénicos podrían suponer un riesgo para la salud. Es cierto que no hay aún pruebas concluyentes, que hayan sido contrastadas científicamente. En cambio, ciertas alergias aparecidas a consumidores y agricultores de estos productos, así como deterioro de órganos internos, podrían deberse a su consumo o inhalación de su polen. Los productores de transgénicos argumentan que no está demostrado  los posibles daños, y que es un riesgo que, en cualquier caso, merecería la pena correr debido a los problemas que solucionarían estos organismos. 


El riesgo es más evidente cuando hablamos del medioambiente. Aquí se puede observar de forma más directa la influencia de los transgénicos en la naturaleza. Al incluir nuevos genes en su material genético, estos pasan a las siguientes generaciones. Se desequilibra la cadena biológica. La biodiversidad se empobrece, y los nuevos genes pueden pasar a otras especies, como las silvestres. Se produce así un flujo de genes descontrolado, y que no sabemos los efectos que a largo plazo pueden conllevar. Por otra parte, los animales que se alimentan de éstos organismos sufren al mismo tiempo una alteración. Las plagas contra las que los cultivos modificados están preparadas pueden llegar a hacerse más resistentes, o emigrar hacia otras zonas. En general, podemos decir que se produce un empobrecimiento de la tierra. Los transgénicos intentan evitar el uso de químicos produciendo ellos mismos esos productos químicos. Estos productos luchan contra la propia naturaleza, ya sea contra malas hierbas o insectos. Es útil para obtener un determinado cultivo en un tiempo determinado. Aunque sean perjudiciales, sus efectos pasan en un plazo. Pero, ¿si estos productos están ahora incluidos en la misma naturaleza?



Aparte de todo esto, existen motivos éticos y sociales contra los transgénicos. Hacen que la propiedad se concentre cada vez más, y que los campesinos y agricultores se empobrezcan, al depender de las compañías de transgénicos, que han monopolizado el mercado de semillas, haciendo que solo se puedan sembrar las que ellos decidan vender. En EEUU se ha iniciado una auténtica guerra de patentes de seres vivos, tanto de semillas como animales. El problema es que, si alguien modifica material genético, éste le pertenece, ya se difunda a otros cultivos, a otros animales...Todo lo que posea ese gen es de su propiedad. Irónicamente, algunos dicen que hasta si un ser humano ingiere ese gen le pertenecería. Se está comercializando con genes y alimentos. Independientemente de si los transgénicos son o no buenos en sí, esta comercialización que implican es obviamente negativa, y crean una continúa dependencia del consumidor a los productos de las empresas. 


Un ejemplo: una conocida empresa norteamericana vendía un producto químico que atacaba a las plagas y enfermedades de los cultivos; el problema era que a su vez, dañaba al cultivo en cierta medida. Mediante ingeniería genética, ha creado un cultivo resistente a su propio producto químico. Y es más, ha monopolizado el mercado de semillas, de modo que la gente se ve obligada a comprar el remedio y la enfermedad al mismo tiempo. 





La publicidad que muchas veces ofrecen las empresas de transgénicos suele ser engañosa. Por ejemplo, es cierto que una mayor producción beneficiaría a la humanidad en su lucha contra el hambre. Pero lo que no dicen es que actualmente, con los alimentos convencionales, existe suficiente comida para todo el mundo. El problema es que no existe un reparto justo. La causa del hambre es social, no problema de la productividad natural. 
No hay duda de que los avances son buenos y de que no hay que negarse a ellos a priori. Progresar en todos los aspectos, especialmente en el científico, beneficia al mundo. Pero hay que saber ser crítico y avanzar en la dirección correcta. No sabemos los riesgos que pueden conllevar, y hay que tener siempre en cuenta las posibilidades de que existan. Al fin y al cabo, la genética es la clave de la vida, las instrucciones de cada ser vivo. No podemos modificarlo sin garantías ni control de que nuestros propios avances se van a volver contra nosotros. 


Información interesante sobre productos transgénicos




1 comentario: